martes, 30 de junio de 2009

Patrimonio Cultural

El Patrimonio Cultural de Punta Banda:

Antropólogo Miguel Wilken Robertson

 

Punta Banda es indudablemente el complejo sobreviviente más importante  de los sitios arqueológicos costeros que se encuentran dentro de un paisaje cultural y natural intacto de la región entre Ensenada y Tijuana. ¿Cómo podemos medir esta importancia? El patrimonio cultural es un tesoro nacional que pertenece a todos los mexicanos y es un recurso no renovable; como tal, este es un recurso invaluable del cual debemos hacer todo posible para protegerlo contra la destrucción, y utilizarlo de manera que sea compatible con el desarrollo verdaderamente sustentable. Para los que no están familiarizados con el sitio y con la arqueología de la región Norte de Baja California/Sur de California, puede ser útil explicar el porqué este extraordinario paisaje cultural se debe preservar para las presentes y futuras generaciones.

 

Posibilidad de hacer contribuciones significativas al conocimiento científico.

Es generalmente conocido que al principio de la historia humana de nuestro continente, al final del pleistoceno tardío, los primeros habitantes paleo-indígenas bajaron por la costa del Pacífico de Norteamérica al mismo tiempo que comenzaron a poblar el continente. La costa occidental de Baja California pudo haber sido una de las primeras regiones del continente en ser alcanzada por esta corriente migratoria, y muy probablemente la primera de lo que ahora es México. Actualmente el tema de la primera entrada a América es uno de los asuntos más cruciales que los arqueólogos están intentando resolver. Las respuestas a este misterio pudieran encontrarse en los concheros del norte de Baja California, no obstante la mayoría de tales sitios entre Tijuana y Ensenada han sido destruidos por el rápido paso del desarrollo, y las autoridades gubernamentales correspondientes han mostrado ser incapaces para controlar o evitar tan sólo un pequeño porcentaje de esta destrucción. Punta Banda de la Bahía de Ensenada, representa la última gran concentración de sitios substancialmente intactos con el potencial de ayudarnos a entender cuándo los primeros seres humanos hicieron su aparición en lo que hoy es México.

Después del final del pleistoceno (conocido popularmente como Epoca de Hielo), hace cercas de ocho mil años, los climas y los ambientes se volvieron más áridos; los arqueólogos reconocen en ese periodo la aparición de nuevas relaciones de artefactos, patrones de asentamiento y otras evidencias de culturas que se adaptaron a los cambios y fluctuaciones del clima. Por miles de años, incluso aún mucho antes de que las grandes ciudades de Mesoamérica fueran siquiera soñadas, la gente del periodo arcaico vivía a lo largo de las costas y de otros hábitats de Baja California, basando sus economías en una comprensión íntima de los ambientes que en aquel momento existían en la península. Los concheros costeros, así como otros rasgos arqueológicos de Punta Banda, tienen el potencial de ayudarnos a entender el desarrollo de estos ambientes terrestres, marinos e intermareales así como las adaptaciones humanas a los cambios climáticos.

Por ejemplo, los pólenes fósiles pueden proporcionar información sobre patrones de vegetación más amplios, mientras que el análisis cuidadoso de los concheros (acumulaciones antiguas de concha) puede ayudarnos a entender el cómo la selección indígena de moluscos marinos condujo a la sustentabilidad a largo plazo de los recursos que utilizaron. En términos generales, debido a nuestro fragmentado conocimiento sobre miles de años de culturas arcaicas en Baja California y noroeste de México, la información que se podría obtener por las cuidadosas excavaciones a largo plazo de Punta Banda es crítica para el desarrollo de marcos más precisos para la conceptualización de miles de años de la historia humana en nuestra región.

Hace aproximadamente mil años, aparecieron importantes cambios culturales que comenzaron a dejar su marca en la península. Puntas líticas de proyectiles más pequeñas y la aparición de restos de cerámica, que hoy representan los indicadores de diagnóstico de estas nuevas culturas, nos dicen que la gente de la península ahora utilizaba arcos y flechas así como cerámica. ¿Representa esto una invasión de gentes genética y culturalmente distintas provenientes de áreas vecinas, la difusión de rasgos culturales, o una entre-mezcla de gente distinta? Estas importantes preguntas pueden ayudarnos a entender mejor los antecedentes de los grupos nativos prehistóricos que vivían aquí cuando los españoles y otros exploradores y colonos europeos arribaron a la península.

Desafortunadamente muchos de los sitios más importantes que contenían la información que nos podrían proveer de este conocimiento ya han sido destruidos. Punta Banda es uno de los pocos sitios restantes que podrían ayudarnos a entender quiénes eran los últimos habitantes prehistóricos y cómo y donde sus culturas se vinculan con los grupos yumanos contemporáneos de Baja California, California y Arizona, EU. ¿Cómo les permitió su conocimiento del mundo natural vivir en esos ambientes que eran muy similares a los paisajes nativos actuales de nuestra región?  ¿Cómo los seres humanos manejaban a sus ambientes, y cómo ellos a su vez fueron forjados por esos ambientes? Éstas son las preguntas que no sólo son importantes para la disciplina de la arqueología, sino también para las ciencias marinas, biológicas, ambientales, geológicas entre otras.

Con la llegada de culturas no-indígenas durante el período histórico de nuestra región, ¿Cómo respondieron los indígenas a los dramáticos cambios que se dieron en su mundo? ¿Qué nuevas clases de comercio se llevaron a cabo entre los indígenas y las muchas olas de exploradores, misioneros, colonos, marinos, piratas, comerciantes, y otros que vinieron a habitar en la región? Las capas de depósitos arqueológicos históricos tienen el gran potencial de enriquecer nuestra comprensión de nuestra historia local y regional, así como sus impactos en el ambiente. Por ejemplo, se puede detectar la extinción de la nutria marina, el establecimiento de especies exóticas, y los cambios a largo plazo en poblaciones marinas y terrestres de flora y fauna. Sin embargo toda esta información se perderá a menos de que se hagan excavaciones apropiadamente, y dejando algunas para futuras generaciones con sus avances tecnológicas.

 

¿Quien evalua la la calidad de los trabajos arqueólogicos?

Aunque los promotores del desarrollo turístico propuesto alegarán que cumplen con sus obligaciones legales al solicitar la liberación del predio por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), esto de ninguna manera garantiza que se guardará el nivel adecuado de preservación del sitio. Esto se debe a los siguientes dos riesgos principales que dejan poca duda de que bajo la propuesta actual del desarrollo antes mencionado, se perderá la vasta mayoría del patrimonio cultural del sitio.

Primero, el dueño del predio y actual socio en dicho proyecto demostró su completa indiferencia hacia las obligaciones legales y morales para la protección de nuestro patrimonio nacional cuando él destruyó por lo menos un importante sitio arqueológico para construir un camino en el área de Punta Banda. Desafortunadamente la respuesta del INAH hacia este acto ilegal de desafío ha sido recompensar a esta persona no haciendo nada. Por lo tanto hay un riesgo significativo si se asume que la empresa por sí misma tomará cualquier responsabilidad legal y moral de cumplir completamente con sus obligaciones de una manera que aseguraría la preservación y utilización apropiada del sitio.

En segundo lugar, basado en la actuación del INAH en sitios similares, hay un elevado riesgo de que, si se realizan las excavaciones de “salvamento” o “rescate”, la vasta mayoría de información del sitio simplemente se perderá. El ejemplo más claro de esta situación lo constituyen las excavaciones y las actividades de “rescate” del INAH en la planta de Gas Natural Licuado de SEMPRA en Costa Azul. Esta empresa multimillonaria debió haber facilitado al INAH con la oportunidad de generar muchos volúmenes de información de la más alta calidad para hacer una importante contribución a futuras investigaciones por muchos años. Sin embargo, los reportes que se produjeron contienen una muy pequeña cantidad de información considerando el tamaño del sitio. El manejo de los restos humanos encontrados en el sitio, que pertenecían a culturas que se remontan a hace varios miles de años, fue tan inexperto (según el mismo reporte) que se mezclaron huesos de distintos individuos y se contaminó la muestra de manera que no se podrá hacer el análisis de AND antiguo, lo que nos hubiera permitidos saber las conexiones genéticas entre estos habitantes antiguos de nuestra región y otros de Mexico y E.U. No se realizaron estudios de arqueología marina ni exploraciones subacuáticas, aun cuando SEMPRA hizo importantes modificaciones al área costera. Además, la compañía misma pudo fijar límites de tiempo a la excavación, y las barreras burocráticas, particularmente en la Ciudad de México evitaron que el INAH pudiera hacer que la compañía proporcionase la clase de ayuda que un proyecto de esta magnitud debe tener durante las excavaciones y durante los años de seguimiento.

Para realizar apropiadamente las excavaciones en Punta Banda con menos riesgo de perder recursos culturales no renovables y la información valiosa que éstos contienen, hay varias condiciones que se necesitarían cumplir. La empresa tendría que estar dispuesta a pagar el verdadero costo de realizar el proyecto apropiadamente a lo largo del ciclo vital del proyecto, un costo que debe tomar en cuenta el monto total de inversión del proyecto de desarrollo y el alcance de todos los terrenos afectados, en este caso unos 440 millones de dólares y unos 110 hectáreas. El INAH tendría que estar dispuesto a negociar este costo, buscando la manera de conseguir el máximo beneficio posible para mejorar el conocimiento de miles de años de historia en nuestra región, es decir, las raíces de nuestra identidad. Se necesitaría contratar a los mejores expertos en arqueología costera para desarrollar el diseño del proyecto, supervisar las excavaciones, conservar las colecciones que se produzcan, supervisar el trabajo de laboratorio y redactar los informes detallados del proyecto. Para esto, se debe de agilizar la participación de los expertos del sur de California, que tienen muchos avances importantes en la ciencia gracias a que el gobierno estatal desde los años 1980 ha logrado que las empresas paguen el precio adecuado por la afectación de los recursos arqueológicos. Se deberá incluir un componente interpretativo a largo plazo, como un museo de sitio, con el fin de poner los resultados de las investigaciones a disposición de la ciudadanía. Como vivimos en una región arqueológica binacional, el equipo del proyecto deberá reflejar el carácter binacional de erudición en la disciplina, y debe de incluir un fuerte componente de capacitación y transferencia de tecnología. El proyecto no deberá ser subvertido por límites de tiempo poco realista y fijados por la empresa. Se deberá asegurar la transparencia y la divulgación oportuna de resultados. La evaluación del proyecto se deberá realizar por un panel objetivo de expertos desinteresados. esafortunadamente los riesgos de que la mayoría de estas condiciones no sean alcanzadas son extremadamente altos. Por lo tanto, el permitir que el esquema actual proceda sin estas condiciones significa que con sólo un mínimo del trámite burocrático, posiblemente se “rescate” un minúsculo porcentaje del vasto patrimonio cultural del sitio. En realidad, eso simplemente significa la justificación de la destrucción de nuestro patrimonio cultural.

Es importante considerar que no es solamente que se necesite realizar una excavación profesional y científica, sino que estos sitios son extraordinariamente importantes como para ser totalmente excavados en este momento y en una sola temporada de campo (o peor aun: hacer una excavación parcial y el resto de los sitios destruidos casi en su totalidad) sin dejar absolutamente nada para un futuro. Es comúnmente sabido que la ciencia de la arqueología está en constante desarrollo y que por lo tanto, en diez, cincuenta o cien años, se tendrá la capacidad de aprender mucho más del mismo sitio excavado debido al avance y mejoría en la tecnología, métodos y procesos.

 

El potencial para el desarrollo sustentable del patrimonio cultural y natural

Aunque Punta Banda tiene un valor inmenso en términos de biodiversidad, patrimonio cultural, geología y paleontología, su potencial como uno de los sitios más excepcionales de Ensenada para el ecoturismo y el verdadero desarrollo sustentable nunca ha sido promovido por las autoridades locales. El potencial de Punta Banda para el turismo de naturaleza (educativo, de aventura, rural y ecoturismo) aprovechando sus diversos atributos de geología, paleontología, ambiente terrestre (flora y fauna), ambiente marino, prehistoria e historia humana, podría materializarse a través de la creación de un parque nacional,  estatal o municipal con infraestructura apropiada y centros interpretativos. Esto a su vez podría generar ingresos significativos para la región al aprovecharlas como atracciones alternativas para los turistas nacionales e internacionales. Además de que puede generar empleos locales mejor pagados mientras se conserva el patrimonio natural y cultural, lo que ha probado ser exitoso en otras regiones del país y del mundo, donde los centros de visitantes con senderos para caminar, áreas para observación de ballenas, lobos marinos, delfines, etc., paseos en kayak, excavaciones e  investigación continua, todo en conjunto, crean empleos y mantienen la mayoría de los ingresos en la economía local.

Otra razón importante para preservar la integridad del paisaje cultural y natural de la península de Punta Banda, es que éste es uno de los pocos lugares que quedan en América del Norte, donde las futuras generaciones tienen la posibilidad de conocer e imaginarse cómo era la vida para miles de generaciones de los pueblos indígenas que poblaban esta región, aún mucho antes de nuestra llegada. Los concheros son, por supuesto, apenas una porción de un extenso paisaje cultural que indudablemente incluyó todas las áreas donde la gente interactuó con los ambientes marinos, intermareales y terrestres conforme recolectaban alimentos, medicinas, materiales para sus herramientas, y todo aquello que necesitaban para los aspectos físicos y espirituales de sus vidas. Por todo lo anterior, pienso que se lo debemos al futuro, para preservar esta espectacular convergencia de nuestro patrimonio natural y cultural.

A pesar de las políticas municipales, estatales y federales que recomiendan un mayor énfasis en el turismo alternativo, la carencia de visión y liderazgo en este significativo y creciente sector ha conducido a una notable escasez de proyectos funcionales de ecoturismo en nuestra región. Los esquemas tradicionales de turismo masivo dominan el paisaje y se consideran beneficiosos para la economía de la región. Esto a pesar de los resultados de muchos estudios que demuestran que el turismo masivo, promovido generalmente por intereses extranjeros, tiende a crear empleos de bajos salarios, exporta los ingresos e impacta negativamente al ambiente y a los recursos culturales.

4. Conclusiones

El paisaje cultural de Punta Banda tiene claramente muchas capas de significación cultural, de las cuales sólo algunas han sido tratadas en este breve documento. La única pregunta que queda es: si este sitio extraordinario será apropiadamente utilizado y heredado a las generaciones futuras como el tesoro que nos pertenece a todos, o si será absurdamente destruido por un proyecto insostenible que al final nos dejará mucho más pobres.

 

 

 

 

 

 

Wilken Robertson es un antropólogo mexicano que realiza investigaciones con grupos indígenas de Baja California desde hace treinta años. Es nieto de Don Tomás Antonio Robertson, originario de Topolobampo, Sinaloa, e historiador del noroeste de México.

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